lunes, 8 de octubre de 2012

Felix Barbosa, cuento PLASTA DE ARTISTA






Cinco minutos antes de la inaguración del ¨ EVARISTOTELES, el nuevo y más impactante performance¨en la Galería contemporánea, donde los exponentes ganan renombre, el eslogan colgado de los altavoces profetizaban un ¨Irremediable tiro de audacia con el cual se despediría el artista¨, frase incisiva manejada en los medios de comunicación durante la semana.
        _Posiblemente algunos no comprendan ésta, mi continua entrega, mi filiación al borde,
pero no quiero ni pienso ceder. Me llevarán definitivamente en su interior, lo deseen o no -respondió Evaristóteles ante las cámaras de televisión con lúdica fanfarronería, acentuada más tarde por los reporteros.
      En un principio, las cosas no eran así, pues nadie había logrado comprender su ópera prima, ni siquiera la intelectualidad municipal, jactanciosa e insigne versada en la ¨Internacionalidad Wave¨. Años atrás, Evaristóteles convocó a ¨presenciar el más hierático de los actos¨; esa tarde-noche, como  a las siente y treinta, apareció él, en la azotea del edificio Panorama, ataviado con un calzón blanco voluminoso, similar a un pañal, una peluca rubiorrizada, (aquí, el cañón de luz dio un efecto cupidizante), y en la espalda cargaba un carcaj repelto de flechas.

Sacó una y al apuntar hacia los presentes dijo en voz alta: "¡Ay amor clávate en el mundo! ; estos, que eran pocos, nada entendieron. Y cuando la primera jara se deshizo en el cuerpo del cultolíder, cundió un ¨aaah¨empavorecido. Sin reponerse aún de la sacudida, comprobaron que las saetas se desintegraban en granitos como de azúcar. Tras un silencio de hierro, el público salió cabizbajo y con la pupila automatizada, no obstante, la palabra hierático estuvo de moda durante varias semana.

      A tres minutos de iniciar ¨la ceremonia del año¨, los invitados recibieron  una primera sorpresa, el lugar estaba completamente vacío, sin instalación alguna o elemento que sugirieran un futuro performance; es más, ni siquiera los cuadros o las célebres efigies de mármol del catálogo de colección. Las paredes desnudas, pero insinuantes, mostraban un agresivo color naranja. En la zona central emergieron cuatro pantallas unidas que sugerían un cubo sin tapa superior, ni fondo. Al final del recinto, una gran mesa, adornada con materiales de color verde lujoso y bandejas plateadobrillantes para darle esplendor a los canapés y además, botellas de vino tinto. Hubo asombro, mas el público e incluso la crítica, intercambiaban muecas de autoridad y de poder analítico, ante un espectaculo de posible sofisticación. Hasta ese momento, la ausencia de Evaristóteles no preocupaba a nadie, pues suponían que era un ingrediente más del último performarce.

   -El arte es dolor. Lástima y controla- respondió el artista en una conferencia televisiva días atrás, cuando las preguntas sobre su concepto de arte. Quizá la declaración no causó escozor porque en otra de las presentaciones, sin haber invitado a nadie, Evaristóteles llegó con una silla a la plaza de los fundadores de la Ciudad. A esa hora, el sol era despiadado y el tráfico, también. Sus pasos lo llevaron hasta el centro, tomo asiento, erguido, casi pétreo, mientras la boca llena de espasmos hacia contrastar la mirada abierta que desafiaba la ritmica urbana. Los improvisados espectadores lo envolvieron como pretina, exluyéndolo de los edificios circundantes. Interrumpió su hilarante movimiento labial para desabotonarse la camisa que, también fue arrojada al piso acanterado;  estuvo inmóvil durante largos minutos, con el torso desnudo. La desesperación cayó entre el público y antes de que el círculo cediera, por fin, Evaristóteles se puso de pie, levantó el mentón desafiante, sus extremidades parecían troncos. La mano derecha rompió el momento inquebrantable, de su bolsillo obtuvo una navaja y el brillo metálico hizo contener la respiración de la rueda contraída en busca de una mejor pespectiva, pues el filo había iniciado su entrevista con la piel del hombre, en el abdomen.
Hilos horizontales de sangre  tejían un cortinaje pausado que poco a poco mutaba en una nueva dermis. Hubo aullidos y al otro día, la voz amarilla, periódico local, destacó en su primera plana:

DESMAYADOS  POR LA EXTRAVAGANCIAS DEL ARTE

      >.    Excéntrico sale en ambulancia
     >      Honorables ciudadanos solicitan legislación al respecto y 
             evitar locuras en lo sucesivo.

    
             _¡Bravo! ¡Bravo! Coreaban los asistentes en la galería. El momento estaba allí, pero no aún, Evaristóteles. La élite invitada a la pomposa inauguración protestó inconforme, al cortar el listón  sin cumplir lo previsto; y además, circuló en tono silente, que aunque fuera su despedida, aquello representaba una grosería del artista. Entonces las cuatro pantallas se encendieron inesperadamente y tras un breve lapso de neblina viual, apareció el rostro de Evaristóteles afeitado, como una masa radiante, sin cabello, cejas y pestañas. Los asistentes fueron atrapados con el juego de encuadres que presentaban los perfiles, el frente y la nuca del artista. Luego vino un ahogo inútil de murmullos ante la aparición del cuerpo lampiño y brilloso. A partir de ese instante, la colectividad quiso comprender el verdadero sentido del performance, pues fuera de ellos y las pantallas, nada sucedía. En eso, surgieron las enigmáticas imágenes: Una gallina veloz y su perseguidor con cuchillo en mano, al cual nunca se le vio la cabeza.
     - Debo agradecerles el que hayan venido a este, mi acto de actos- dijo Evaristóteles, en esta ocasión, la toma cerrada sobre el rostro. -Yo estoy aquí, con ustedes, sus sentidos me ven pero no han logrado encontrarme. Apelo a su más profunda intuición y sensibilidad.
      En seguida, el público de tantas cabezas giró en busca del dueño de la voz y algunos atrevidos fueron hasta las orillas, para ver si el performancero estaba entre la intensidad naranja de los muros; otros, elevaron la mirada hacia el techo en espera de encontrar un artista araña, arrinconado y observandolos desde el entramado de iluminación, los camarógrafos aguzaban el zoom y el iris, invadiendo los rincones; pero nada. Al romperse la etiqueta , el ruido de pies y manos se volvió música incidental. Las pantallas  presentaban, inadvertidas, una enorme olla colocada sobre el fuego de un calentador enorme. Otra toma, fue la del burbujeo desesperante de un caldo que duró en ebullición  varios minutos casi veinte.
Los invitados se dieron por vencidos. Un parloteo comenzaba a exigir el trazo de los límites del arte y a elogiar la comodidad, en todos los sentidos, que ofrece lo "tradicional". Otros menos ortodoxos, reflexionaban sobre la inducción psicológica del anaranjado, cuando aparecieron los labios del expositor en un extreme close-up, radicalizaba la pantomima labial, hasta el grado de aparentar una independencia diferida entre la imagen y el mensaje auditivo.
-Ustedes seran parte de mi obra maestra, tienen ese privilegio.
Volvamos concierto el desconcierto, oda o sinfonía, todo dependerá de su sensibilidad, pero, antes de que concluya esta presentación, - dijo eufórico Evaristóteles, al  momento que, algunos refunfuñaban sorprendidos al preguntar "¿Va a terminar algo que parece incompleto? " - Quiero invitarlos a degustar del magistral refrigerio dirigido por Tiburcio, mi confidente, para quien aclamo un escandaloso y anaranjado aplauso.
La luz de un reflector cayó sobre el amigo que, se encontraba cerca del acceso principal de la galería, los espectadores hicieron chocar las palmas. Ante la repentina atención, Tiburcio se inclinó agradeciendo nerviosamente.
En la mesa de fondo, los canapés dispuestos en cuadros y rectángulos cada vez menores hacia el interior, plasmaban un ejemplo de la llamada sección áurea, mediante la cual, los griegos reflejaban la perfección de las formas en el arte clásico. Los concurrentes, excepto Tiburcio, se arremolinaron sobre los bocadillos, que a decir de la mayoría, resultaron exquisitos y de un sabor inusual. Entre sorbos de vino y el sube y baja de las mandíbulas incontrolables, los ahora comensales olvidaron las palabras y la glosa técnica para definir la presentación; el placer de la verbalidad fue vencido por el de las papilas gustativas. En tanto, las imágenes en el centro de la galería mostraban un denso vapor y unas manos gigantes soltando trozos de carne sobre el receptáculo, aquello era un cuadro con efectos de acción interminable.
La concurrencia saboreaba el placentero tentempié. cuando reapareció Evaristóteles  en las pantallas, o en realidad, únicamente su voz realzada por el fondo completamente oscuro, igual que la galería  a partir de ese momento.
- No abran la puerta al miedo. La luz es engañosa y nos juega bromas pesadas. Mi performance casi llega a su fin. Hoy estamos juntos, ustedes forman parte de mí, me los llevo conmigo y yo, sin duda, soy de todos ustedes, somos uno. El arte es locura, dolor, muerte, pasión. Claro, después de esto, algunos me consideraran un dios, otros, sentirán mi esencia, como una mierda, será lo más natural, puedo asegurarlo- acentuó irónico- y yo, he asumido el riesgo...
Antes de terminar, estallaron el aplauso y la iluminación. Los invitados rastrearon el sitio con la mirada en busca del artista, todavía con la esperanza de encontrarlo. Nuevamente se escuchó la voz en la pantalla, hizo una breve despedida y mencióno varios invitados a quienes dio las gracias "por toda la eternidad".
- Especialmente a mi gran amigo Tiburcio, quien seguramente sufre, nerviosismo. No te preocupes hermano, "tira los nervios", el arte no tiene límites y aunque esto no lo termines de comprender, te estaré siempre agradecido. Eres copartícipe de mi obra maestra. Pido una ovación para él.
Evaristoteles concluyó su mensaje ante la niebla electronica emergente en las pantallas.
Ya sin un aplauso tan vehemente, la concurrencia somnolienta por el pesado refrigerio, ignoraba que tiburcio iba a exceso de velocidad, " deshaciéndose de los nervios" en la carretera principal y que, al día siguiente, La voz amarilla publicaría en primera plana:

ARTE CAUSA ENVENENAMIENTO COLECTIVO

.Críticos y público ingresaron a diversos hospitales con cuadros de severa diarrea.
. Las autoridades investigan al responsable de los refrigerios...
. Aún se ignora el paradero del  artista instalador.

Más información en interiores.



FICHA DEL AUTOR:
Juan Felix Barbosa nació en la Ciudad de San Luis Potosí, México en 1970, estudió en la Universidad Autónoma de San Luis, la licenciatura de ciencias de la comunicación. Este cuento esta dentro del libro :"Las antíporas de noche"